Después de 3 semanas
de historia, familia, el intenso Sol de Italia, mucha comida, largas caminatas,
malos olores y más comida me tocaba a mí hacer un paréntesis e irme a una
verdadera ciudad, o mejor dicho a LA CIUDAD, Londres, después de conseguir un
pasaje en un vuelo increíblemente económico y a una amiga, a quién le debo esta
y parte de mi otra vida, para que me diera alojamiento y un tour guiado por
Londres, era el momento de marcharme. Serían 7 días de los que esperaba ver
todo lo que había leído y vivir hasta la última experiencia de Londres.
Mi tía, mi mamá y
Marco me llevaron al aeropuerto de Roma (ese de donde salen los vuelos
económicos que no es tan maravilloso), mi vuelo salía 4 horas después desde el
momento en el que ellos se fueron, no sé si sea malo decir que fue un alivio
increíble, pero así fue, yo lo llamo una dosis concentrada de independencia y
libertad (no la he probado pero así debe sentirse la droga), sonreí por unos
momentos dándome cuenta de lo que todo eso significaba y luego me senté en el
piso y empecé con lo que más me gusta, organizar, planificar, controlar y
pensar; debía administrar mi dinero eran 7 días en los que debía comprar
regalos para casi todo el mundo, mi comida, hidratación, transporte, paseos
turísticos y uno que otro lujo, jerarquicé todo y le asigné un estimado, hice
una lista de cosas que deseaba hacer y conocer, visité todas las tiendas del
aeropuerto, hablé con una muchacha española que buscaba Internet (al igual que
yo), sellé mi pasaporte de salida de Roma y me puse en la cola para mi vuelo a
Londres justo detrás de una pareja de viejitos ingleses que me impresionó darme
cuenta que eran tan clichés que parecían salidos de una película, me deleité un
poco con su acento y empecé a acostumbrarme a lo que escucharía estos día,
detrás de mí estaban 2 mujeres venezolanas que hablaban de las locuras que
habían hecho en Roma y de lo hartas que estaban de los hombres latinos (otro
cliché).
La entrada al Ministerio. |
Mi vuelo se retrasó y llegué como a las 2:30 a.m. a Londres, me perdí
en esa inmensidad de aeropuerto a pesar de que tenía instrucciones específicas
de mi amiga (lo que es ser 3er mundista), mi primera anécdota que me dejó en
evidencia como latina fue no encontrar la puerta del autobús, en Inglaterra todo
es al revés, yo lo sabía pero vivirlo ya es otra historia. Ver los primeros
buses de 2 pisos, el London Bridge con los aros olímpicos, las casas en algunas
zonas todas parecían Grimmauld Place o Privet Drive, el London Eye, el stadium
olímpico, las calles, TODO fue sin duda alguna “breathtaking”. Al empezar a disfrutar de la experiencia londinense
todos mis planes se cayeron, mis ahorros, mi plan de gastos, mi jerarquización,
nada, primero todo era increíblemente caro, beber agua es un lujo,
transportarte es un lujo, comer es EL lujo, así que después del primer día
decidí cambiar mis planes y ordené mis gastos de la siguiente manera, comida 1
vez al día, 2 botellas de agua, el ticket del transporte que me permitía
moverme por toda la ciudad y el resto se iría en shopping, que también debía
ser medido pues al ser un vuelo económico (en el que por cierto no te dan ni
agua y siempre hay turbulencias, pero a ese precio quién puede quejarse) sólo
se podía llevar un bolso de mano y yo tenía un morral, al que luego bauticé el
morral mágico de Hermione.
El Big Ben! |
En Londres todo es,
literalmente, al revés, la palabra que más dije fue “sorry!”, siempre estaba en el lugar equivocado en el momento
equivocado, en las escaleras del metro me paraba donde no era, para entrar al
metro, al cruzar la calle (y eso que en el piso te dice a donde debes mirar),
en las tiendas, al pagar, siempre, todo es tan al revés que en verano hace frío, mucho frío. Es una ciudad atractiva, entretenida,
excéntrica y organizada, todos saben qué hacer y lo hacen perfectamente, todo
está limpio, hay varios locos que te divierten por su forma de vestir, lo que
hacen y dicen, Harry Potter marcó la vida de estos ciudadanos (bueno si marcó
mi vida que estoy en el 3er mundo que quedará para ellos), puedes ir caminando
y un desconocido te puede gritar “Expelliarmus”.
La arquitectura, sitios históricos y demás no tienen comparación con la de
Roma, pero es una ciudad llena de tiendas que aquí nunca veré, autos, ropa,
moda, malls, tecnología, era como estar en una película de Sex and the city sin
el “sex”.
London Bridge con sus Aros. |
Las discos, esa si es
otra historia, por primera vez en mi vida me alegré de vivir en un país
conservador, recatado y tímido, Venezuela es como la niña católica religiosa y
cuidadosa que se queda en su casa estudiando y con las cosas malas que hace se
siente culpable, se castiga a sí misma y vive con sus padres el resto de su
vida, Londres es la hija descarrilada que consume drogas, rumbea, tiene sexo, un
millón de amigos y logra ser exitosa y gerente de una gran compañía, en este
viaje a la niña católica le tocó partear con la hija descarrilada y se la pasó
de maravilla, un piropo en una disco londinense después de las 3 a.m. y mucho
sudor a una mujer latina puede ser “Me encanta tu olor” y mientras estas en la
cola para entrar a la disco puedes ver a dos personas en un rincón no muy
lejano compartiendo gérmenes y fluidos.
Con el equipo de los Paraolímpicos de Portugal. |
Amé Londres, viví más
de lo que esperaba, me sentí libre, feliz, joven e independiente, caminé, me
cansé, el dinero me alcanzó para todo lo que quería (y lo que entrara en el
bolso mágico), dormí en el aeropuerto, en una cama con 4 personas también,
conocí el desorden de los Londinenses y el estricto cumplimiento de sus reglas,
vi a la realeza de lejos y las maravillas de un país durante las Olimpiadas.
Fue el cierre con broche de oro para este viaje, la guinda de la torta. Debo decir que es imposible describir a Londres, tienes que vivirla, sentirla, respirarla.
Este fue el máximo Sol que vi. |
Durmiendo en el aeropuerto. |
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